3.5.08

ΤΑΝΓΚΟ ΚΑΙ ΠΟΔΟΣΦΑΙΡΟ



Los dos berretines: Tango y Fútbol


Por Enrique Fliess

Desde el comienzo de su difusión masiva, tango y futbol, dos actividades de profunda raigambre popular, entrecruzaron sus caminos. Corrían los primeros años de la década del treinta, y el cine sonoro argentino daba sus titubeantes pasos iniciales. Ángel Mentasti funda Argentina Sono Film, y produce "Tango", dirigida por Luis Moglia Barth, que se estrenó el 27 de abril de 1933, y se constituyó rápidamente en un éxito de taquilla. Contemporáneamente, Enrique T. Susini filma para la empresa Lumiton "Los tres berretines", dada a conocer poco tiempo después. Esta película protagonizada por Luis Sandrini, centraba su argumento en tres pasiones populares de los porteños de aquel entonces: el tango, el fútbol y la radio.
Tomando como punto de partida este film de Susini, investigaremos, no la presencia tanguera en el cine, sino la relación existente entre el tango y otro de los berretines mentados en dicho film: el fútbol.
El cuadro de mis amores
En 1911 Vicente Greco, uno de los nombres fundamentales de la Guardia Vieja, inicia sus grabaciones para el sello Columbia. Estos registros serían los primeros efectuados por un conjunto específicamente tanguero, bautizado para la ocasión como "orquesta típica criolla", nombre que a posteriori quedaría reducido al familiar "orquesta típica". Por la misma época comenzaba a forjarse la leyenda del Racing Club, la "Academia" de Avellaneda, que entre 1913 y 1919 obtuvo siete títulos consecutivos. No es de extrañar que aquel histórico equipo de Marcovecchio, Ohaco, Olazar, Hospital y Juan Perinetti fuera homenajeado con un tango por el autor de Rodríguez Peña. A diferencia de otros títulos circunstanciales surgidos de la pasión futbolera que cayeron en el olvido, Racing Club soportó airoso el paso del tiempo, y puede decirse que cada vez suena mejor. Entre sus primeras grabaciones podemos mencionar la del autor y la de Roberto Firpo, datadas en 1913, y la de Francisco Canaro, correspondiente a 1915. Con posterioridad lo llevaron al disco entre otros Carlos Di Sarli (1940), Angel D'Agostino (1946) y Rodolfo Biagi (1950). Por fin, la versión de Alfredo Gobbi (h) en 1949, probablemente la más acabada interpretación del tango de Greco. Como curiosidad, hay que mencionar la existencia de una grabación en vivo efectuada en 1941 en Montevideo por la orquesta de Aníbal Troilo. En Montevideo también, pero en la década del '50, lo registró el bandoneonista oriental Donato Racciatti.
La respuesta de los rivales y vecinos de barrio no tardó en llegar. A la inspiración de Agustín Bardi, otro de los grandes compositores de la época, se debe Independiente Club, dedicado al futuro "Rey de Copas", que en los años '20 iniciaría su tradición de fútbol ofensivo y vistoso con aquella delantera memorable integrada por Canaveri, Lalín, Ravaschino, Seoane y Orsi. Menos difundido que Racing Club, el tango de Bardi no le va en zaga en calidad artística, como puede comprobarse escuchando el memorable registro dejado por Gobbi en 1949. Cuatro años después, Héctor Varela reconocido simpatizante de los "Diablos Rojos" les dedicó el tango homónimo, y lo grabó al frente de su orquesta para el sello Pampa.
De la filigranas endiabladas que supieron dibujar sobre la gramilla los De la Mata, Erico, Sastre, Grillo o Bochini, pasemos a los no tan vistosos pero igualmente sólidos pergaminos cosechados por los feligreses del padre Lorenzo Massa. San Lorenzo de Almagro, el club surgido a la sombra de la parroquia del barrio homónimo, también sabe de tangos que cantan sus hazañas deportivas. En 1923 el bandoneonista Luis Servidio, uno de los hermanos "Balija", le dedica San Lorenzo de Almagro, en homenaje al primer campeonato obtenido por el club de Boedo. Cuatro años más tarde, coincidiendo con otro logro de los azulgranas, José Rebolini y Carlos Pesce componen San Lorenzo. Vale la pena recordar que el ala derecha del equipo campeón de 1927 estaba integrada por Carricaberry y Maglio, este último hijo del mítico "Pacho". Otros tangos alusivos al cuadro santo son San Lorenzo de Francisco Caso y Francisco Lío y El ciclón de Anselmo Aieta y Francisco Laino, sin olvidarnos de Azulgrana, un hermoso tema instrumental de Osvaldo Requena. En lo que respecta a su clásico rival, debemos recordar Me elevo a las nubes, de Pedro y Roberto Sassone, que celebra al Huracán campeón de 1928, y que llevara al disco otro crepito de Parque de los Patricios: el "lecherito" Juan B. Guido con su orquesta.
La mitad más uno y la mitad menos uno. Esa sería la expresión matemática de la eterna rivalidad entre Boca Juniors y River Plate, excluyente de cualquier otro postulante a terciar en la discusión. Claro está que un simpatizante acérrimo de los "millonarios" pondrá en duda el predominio numérico de los "xeneizes", y es probable que desde el punto de vista estadístico no le falte razón. Por su parte los seguidores históricos de la azul y oro, con esa visión particular de la realidad que otorga la pasión, son capaces de identificar la nacionalidad con los colores de su divisa.
Llegó el momento de ver como el mundo de la música popular se ocupó de los dos equipos de fútbol más conocidos de la Argentina. La primera referencia al club de la ribera data de 1916. Se trata del tango Boca Juniors Club compuesto por José Quevedo, bandoneonista de Eduardo Arolas, y grabado por la orquesta de Roberto Firpo. Quince años más tarde, al instaurarse el profesionalismo, Boca obtiene el primer campeonato de la Liga Argentina de Football, con un equipo integrado entre otros por Bidoglio, Mutis, Evaristo, Tarascone, Varallo y Cherro. Con este motivo el periodista y letrista Alfredo Bigeschi le dedica un tango alusivo: ¡Campeón!
Varias orquestas, por lo general dirigidas por simpatizantes de la escuadra boquense, grabaron tangos en su homenaje. Como ejemplo, podemos citar a Juan D'Arienzo, que en 1946 registró Azul y oro de Eduardo Aguirre, o a José Basso, autor de Once y uno, llevado al disco en 1952. Este título hace referencia a los once jugadores que se encuentran dentro de la cancha y al "jugador número doce", como gráficamente se denomina a la hinchada de Boca. Por supuesto debe entrar en esta nómina Boca Juniors de Miguel Caló, que lo grabó en 1954 con su orquesta. Ese mismo año tuvo cierta repercusión la actuación radiofónica de Julio Elías Musimessi, arquero del club de la ribera y de la selección argentina, que se presentaba como "El guardavalla cantor". De origen chaqueño, cultivó la música del litoral argentino, siendo su tema más difundido el chamamé Viva Boca, de Américo "Lalo" Cipriano y Eduardo Pauloni, que registró para el sello TK.
Por fin hay que mencionar que en 1927 el maestro Cauvilla Prim compuso el pasodoble Boca Juniors, que con algunas modificaciones en su línea melódica se transformaría en la marcha oficial de la entidad.
River Plate, en su dilatado periplo histórico cambió la proletaria Dársena Sud del puerto porteño por la copetuda Avenida Alvear, y se afincó definitivamente cerca del río, dando su nombre a un barrio de Buenos Aires. Estadísticamente es el club con más logros del fútbol argentino, habiendo conquistado 31 campeonatos en la era profesional. Sin embargo, la repercusión tanguera de su trayectoria no es comparable con la dedicada a su clásico rival. Podemos recordar aquí la grabación que la orquesta de Francisco Canaro realizó en 1931 de su "Himno Oficial" con la voz de Domingo Conte. A esto hay que agregar el tango River Plate de Leopoldo Díaz Vélez, grabado por Armando Pontier.
Los dos clubes platenses también fueron homenajeados por la gente de tango. En 1933, el bandoneonista Horacio Pezzi, con la colaboración de Carlos Espíndola le dedicó su tango El Expreso de La Plata. Años después, en 1950, Francisco Rotundo y Ernesto Rossi compusieron Estudiantes de La Plata, un tango instrumental que equilibró los tantos en la puja futbolera de la ciudad de las diagonales.
Sería larga la lista de composiciones dedicadas a otros equipos, muchas de las cuales nunca llegaron al disco. Este es el caso de Platense compuesto en 1925 por Fumagalli y Brioschi, en homenaje al cuadro calamar que ha contado entre sus simpatizantes a personalidades tangueras de la talla de Roberto Goyeneche y el "Tata" Cedrón.
En cambio aún podemos escuchar El Taladro dedicado por Alfredo de Angelis a su querido Banfield, con motivo de su ascenso a primera división en 1946, y grabado ese mismo año por su orquesta. Menos conocidos son Nueva Chicago, pasodoble que celebra al club de Mataderos, registrado en 1925 por la orquesta de Roberto Firpo o Casaca Roja tango dedicado al Club Deportivo Español a fines de los años cincuenta.
Pero el tango no es exclusivamente porteño, y la Banda Oriental del Plata también tiene algo que decir. El decano del fútbol uruguayo, el Club Nacional de Football, tiene una rica historia a nivel local e internacional. Múltiple campeón uruguayo, el cuadro de los Céspedes y los Scarone, de Mazzali, Nasazzi, Atilio García y el "Chino" Recoba, ha sido tema de numerosas composiciones musicales. Entre ellas podemos destacar Nacional, el tango compuesto por José Adolfo Puglia y Edgardo Pedroza, con versos de Federico Silva. El mismo fue llevado en dos oportunidades al disco por Puglia-Pedroza. La primera en 1951 con la voz de Julio Martel; la segunda en 1980 con Oscar Nelson. Por su parte, Donato Racciatti grabó en 1951 Viejo Nacional de Ceti, Pernas y Walter Silva, con el vocalista Andrés Garbal.
Gerardo Matos Rodríguez, el autor de La Cumparsita, fue un consecuente seguidor de los tricolores. En los años veinte compuso Nacional para siempre, con letra de Hugo Bello. Existe una versión reciente de este tango, realizada en 1999 por Puglia – Pedroza cantando Oscar Nelson.
Vayamos al otro grande montevideano, para que no se sospeche de parcialidad. Peñarol, el club donde se destacara el golero Roque Máspoli y jugadores como Obdulio Varela, el "Cotorra" Míguez, Alberto Spencer y "Pepe" Sasía, no estuvo exento de homenajes tangueros, y como ejemplo podemos citar Y siempre Peñarol de Juan Esteban Martínez "Pirincho", Edgardo Marchese y Reinaldo Yiso, que fuera grabado por la orquesta de "Pirincho" con el cantor Luis Alberto Fleitas.
Los esforzados atletas
Así como muchos músicos y letristas cantaron las glorias de sus clubes preferidos, también los héroes domingueros de pantalones cortos y camisetas coloridas fueron objeto de homenajes tangueros.
En 1928 la orquesta de Osvaldo Fresedo registra dos tangos con reminiscencias futboleras: Tarasca solo y Ochoíta. ¿Quiénes eran estos representantes de la época heroica del fútbol argentino? Domingo Tarascone, el gran "Tarasca", fue un notable forward del Boca Juniors de los años '20, que se desempeñó con igual eficacia como puntero o interior derecho y como centrodelantero, tanto en su club como en la selección argentina. Por su parte Pedro Ochoa, "Ochoíta", eximio gambeteador, integró con Natalio Perinetti una célebre ala en el Racing Club de aquella época.
De ese mismo año data Monti solo, tango de Alejandro Scarpino dedicado a Luis Monti, el centro half de San Lorenzo capitán del equipo argentino que participó en los Juegos Olímpicos.
En la temporada de 1931, al instaurarse el profesionalismo en la Argentina, los distintos equipos incorporaron algunos jugadores provenientes del interior del país. Entre ellos se destacó rápidamente un delantero proveniente de Rufino, provincia de Santa Fe. Bernabé Ferreyra, contratado por Tigre, no era habilidoso, pero contaba con un físico recio y un remate de una potencia excepcional. Ese año convirtió 19 goles, y en 1932 River Plate pagó la cifra record de 35.000 pesos por su pase. Goleador nato, "El Mortero de Rufino" o "La Fiera", como era apodado, anotó 174 tantos a lo largo de su campaña en el cuadro de la banda roja. En 1933, cuatro autores (Padula, Germino, Laino y Distagne) se unieron para dedicarle un tango: Bernabé, la Fiera, que fue grabado ese mismo año por la orquesta de Francisco Canaro, con el estribillista Ernesto Famá. Por la misma época Miguel Padula compuso otros dos tangos vinculados al ambiente del fútbol : El Mortero del Globito y Lemita, con los que equilibradamente rindió homenaje a destacados jugadores de Huracán y San Lorenzo de Almagro. El primero de ellos era Herminio Masantonio, eje delantero que cumplió una larga y destacada trayectoria en el club de Parque de los Patricios, y que llegó a capitanear la selección argentina. Jaime Lema, conocido también como "Lemita" o "Ratón Mickey", por su corta estatura, ocupó la valla del San Lorenzo campeón de 1933.
Los dos temas fueron grabados ese año por la Orquesta Típica Víctor, con la participación vocal de Alberto Gómez.
A mediados de la década del treinta fueron promovidos a la primera división de River Plate dos jugadores que harían historia. José Manuel Moreno y Adolfo Pedernera, integraron primero el ala izquierda del ataque millonario pasando a desempeñarse posteriormente el "Charro" Moreno como número ocho y Pedernera en el centro de la linea de forwards.
Jóvenes, pintones, famosos, el "Charro" y Adolfo gustaron de las trasnochadas tangueras y de la amistad con figuras como Aníbal Troilo, Enrique Mario Francini o Armando Pontier. Este último es el autor de A José Manuel Moreno, excepcional tema instrumental llevado al disco en 1949 por la orquesta cuya dirección compartían Francini y Pontier.
Años después, otro integrante de "La Máquina", que se transformaría en una figura consular de los millonarios, recibió su merecido homenaje tanguero. A Angel Labruna celebra al máximo goleador de la historia de River, que prolongó su actuación hasta más allá de los cuarenta años. Con letra de Carlos Capella y música de Domingo Gallichio, este tango fue grabado en 1956 por la orquesta de Francisco Molino.
Por fin, hay que recordar otra figura que integró los equipos de la banda durante más de dos décadas. Amadeo Carrizo, que llegó a custodiar la valla argentina en partidos internacionales, fue uno de los arqueros más destacados de la historia, y el iniciador de todo un estilo: el de los guardametas que se animaban a ser jugadores de campo. Llamado "Tarzán" por su imponente físico, este es el título del tango que le dedicó Leopoldo Díaz Vélez y que fue grabado por Armando Pontier con la voz de Alberto Podestá.
Volvamos a Boca Juniors, para ocuparnos de Natalio Pescia, figura emblemática del cuadro de la ribera en las décadas del '40 y el ‘50. Half izquierdo que se caracterizaba por su despliegue físico, fue capitán de Boca y del seleccionado. El periodista y compositor Jorge Moreyra le dedicó un tango, obviamente titulado A Natalio Pescia.
Ya hemos dicho que Héctor Varela era un consecuente seguidor de Independiente, y tuvo la suerte de presenciar la gran época del club de Avellaneda, que llegó a obtener seis Copas Libertadores y dos Intercontinentales.
En esa época se destacó Héctor "Chirola" Yazalde, jugador talentoso y goleador efectivo, que hizo las delicias de la exigente hinchada roja, la que tiene "paladar negro" para el fútbol. El autor de Los diablos rojos le dedicó su tango Para vos, Chirola, y lo grabó en 1968.
Para no dejar de lado la orilla oriental del tango, vamos a hacer referencia a una conposición dedicada a Omar Míguez, el "Cotorra", brillante forward que desarrolló una gran campaña en Peñarol, y tuvo el honor de usar la camiseta celeste con el número nueve en la espalda, la tarde que Uruguay se consagró campeón del mundo en el Maracaná. Manuel Picón, cantor y guitarrista perteneciente al movimiento conocido como Canto Popular Uruguayo, incluyó en su trabajo discográfico "Tangos rabiosamente uruguayos" un tema titulado El Cotorra ya no juega, en el que el retiro futbolístico de Míguez sirve como disparador de la bronca y la nostalgia por un Montevideo que se fue. El mismo autor e intérprete plasmó Pegadita al chanfle donde dentro de la misma tesitura recuerda al Peñarol de Ghiggia, Hohberg y Schiaffino. Aunque no se trata estrictamente de un homenaje, no podemos dejar de mencionar Largue esa Mujica un curioso tango de Juan Sarcione, grabado en 1929 por Carlos Gardel.
La letra, que comienza diciendo: "Largue Chiesa esa Mujica, por Souza y por Roncoroni" utiliza apellidos de figuras populares de la época (Mujica por mujer, Souza por sonsa) para contar una historia. En la misma desfila el equipo casi completo del Huracán campeón de 1928: Setti, Pratto, Negro, Bartolucci, Souza, Nóbile, Stábile y Chiesa. También se menciona a Bidoglio y Cherro, jugadores de Boca Juniors, Mujica, centroforward de Racing, Canaveri y Carricaberry, punteros derechos respectivamente de Independiente y San Lorenzo, Manuel Ferreyra, delantero de Estudiantes de la Plata y Humberto Recanattini, que militara en Sportivo Barracas y en Gimnasia y Esgrima de la Plata. No faltan los dirigentes del fútbol de aquel entonces : Beccar, directivo de la Asociación Amateurs Argentina de Football, y Bidegain, presidente de San Lorenzo de Almagro.
Hasta aquí hemos hablado de cómo el tango se ocupó de los jugadores de fútbol. Veamos ahora la otra cara de la moneda.
En las épocas de oro, tanto el tango como el fútbol eran cosas de jóvenes. No es de extrañar entonces que quienes tejían filigranas en la cancha, fueran también malabaristas en las pistas de baile. Los cronistas de la prehistoria del Montevideo tanguero han registrado la presencia de los hermanos Céspedes, "Lalo" Castro o el "Zurdo" Pérez, pioneros del fútbol oriental, en las más cotizadas "pensiones" de la Ciudad Vieja, donde lucían su habilidad de bailarines. Es conocida la filiación tanguera de Vicente Módena "Mondeja", wing del River Plate uruguayo que en los años '20 integrara con Dacal un ala que pasó a la historia. Y no hay que olvidar que José Leandro Andrade, el mediocampista que deslumbró en Colombes en las Olimpiadas de 1924, se destacó también dibujando cortes y quebradas en los locales nocturnos de la Ciudad Luz.
De este lado del charco la situación era similar. Ya dijimos que Maglio, el habilidoso insider de San Lorenzo, era hijo del célebre bandoneonista, y supo despuntar algunas inquietudes musicales. Evaristo Delovo, un zaguero que se destacó en Gimnasia y Esgrima integrando el equipo campeón de 1929 y el famoso "Expreso" de 1933, fue hombre de tango de pies a cabeza, un consumado bailarín siempre trajeado de negro.
Hemos hablado de Moreno y Pedernera, y su vinculación con Aníbal Troilo, compartida con otros jugadores de "La Máquina". Sin embargo, la famosa dupla que se complementaba a la perfección dentro de la cancha, difería cuando entraba al "Marabú" o a otro reducto nocturno. El "Charro", extrovertido y atropellador volcaba en la pista la misma magia que sobre el césped. Adolfo, según confesaba, más tímido y "patadura" para el baile, prefería escuchar las interpretaciones de "Pichuco" y de las otras grandes orquestas de la década del cuarenta.
En esos tiempos de gloria del fútbol y del tango, Rinaldo Martino brilló con luz propia en San Lorenzo de Almagro, formando parte del célebre terceto central que completaban Farro y Pontoni. Pasados los años despuntó su vocación tanguera con un emprendimiento comercial. "Caño 14" fue en su momento la tanguería más famosa de Buenos Aires, ubicada inicialmente en Uruguay entre Paraguay y Córdoba y luego en el tradicional sótano de Talcahuano entre Marcelo T. de Alvear y Paraguay.
Algunas figuras del fútbol se dedicaron a la interpretación, con mayor o menor suerte. Anteriormente nos referimos al "Gato" Musimessi, aquel arquero de Newell's y de Boca. Remigio Pascasio Sola, mediocampista que se desempeñó en Huracán, River Plate y Banfield tuvo también veleidades de cantor, y llegó a actuar en audiciones radiofónicas.
Pero el caso más sobresaliente es el de Raimundo Orsi. Nacido en Avellaneda en 1901, pertenecía a una familia de artistas. Su hermano Máximo fue un letrista y compositor al que se deben temas como Yo soy aquel muchacho y Carro viejo. Violinista precoz, "Mumo" Orsi integró la orquesta de Francisco Canaro y llegó a dirigir su propia agrupación, habiendo compuesto diversas obras, entre ellas el vals Viejo Portón. Más allá de sus innegables cualidades musicales, la fama le llegó por su actuación deportiva. Puntero izquierdo del equipo de Independiente que se consagró campeón invicto de 1926, formó ala con la "Chancha" Seoane. En 1930 integró la selección argentina que disputó la final del primer Campeonato del Mundo en Montevideo, y al año siguiente partió a Italia, donde desarrolló una brillante carrera, formando parte del equipo italiano que obtuvo la Copa del Mundo en 1934. De regreso a la Argentina jugó en Independiente, Boca Juniors y Almagro, para desempeñarse finalmente en Peñarol de Montevideo. Está considerado como uno de los grandes extremos izquierdos de la historia, a lo que hay que sumar su condición de excelente músico.
La celeste y la blanquiceleste
Como no podía ser de otra manera, los logros internacionales de los equipos representativos de los países del Río de la Plata fueron celebrados por los artistas populares de ambas orillas.
En 1924, un seleccionado uruguayo participó en los Juegos Olímpicos que se disputaban en París. Contra todos los pronósticos, el equipo oriental se adjudicó el título, y su vuelta triunfal recorriendo el perímetro de la cancha (a partir de entonces llamada "vuelta olímpica") marcó el primer hito internacional del fútbol sudamericano. Mazzali, Nasazzi, Arispe, Andrade, Piriz, Gestido, Arremont, Scarone, Borjas, Cea y Figueroa fueron los once "olímpicos", a quienes Juan Rodríguez y Francisco Brancatti dedicaron su vals Campeones Olímpicos, grabado por el primero en discos Electra con acompañamiento de guitarras.
Un título parecido, pero de un tango, ve la luz en 1928. Olímpicos firmado por Alberto González y Porfirio Zárate estaba dedicado al equipo argentino que perdió la final de los Juegos Olímpicos de Amsterdam frente a Uruguay.
En 1955 el fútbol argentino retornó a los campeonatos sudamericanos, tras una ausencia de casi una década. Tras una brillante campaña el seleccionado albiceleste se consagró campeón invicto, siendo su desempeño más destacado el triunfo por seis a uno frente a Uruguay.
La Orquesta Símbolo Osmar Maderna, dirigida por el violinista Aquiles Roggero y el pianista Orlando Trípodi, e integrada por los músicos del malogrado autor de Concierto en la luna, compuso en forma colectiva un tango para la ocasión, al que denominaron Argentina Campeón. Ese mismo año lo llevaron al disco con la voz de Horacio Casares.
En 1961 Edmundo Rivero grabó Gol argentino, otro tema vinculado a la actuación de los seleccionados nacionales. Este tango volvió a ser registrado por el mismo intérprete con motivo del Campeonato Mundial de 1978.
El triunfo argentino en este evento deportivo mereció también el reconocimiento de Astor Piazzolla. El "Gato" compuso y grabó ese año al frente de su orquesta, para el sello Trova, una suite integrada por los siguientes temas: Mundial 78, Marcación, Penal, Gambeta, Golazo, Wing, Corner y Campeón.
Como en cajón de sastre
Existen otros tangos vinculados al tema del fútbol que no pueden encasillarse en los apartados anteriores. El sueño del pibe cuenta la historia de un chiquilín humilde que recibe en su casa la carta que lo cita para probarse en un club de primera división. Radiante de alegría da rienda suelta a su ilusión, soñando con convertirse en "un Baldonedo, un Martino, un Boyé". Por la noche, convierte en sueños el gol que le da el triunfo a su equipo en un partido clásico. Este tango, debido a la pluma de Reinaldo Yiso sobre música de Juan Puey fue llevado al disco en 1945 por la orquesta de Osvaldo Pugliese cantando Roberto Chanel, y por Ricardo Tanturi con Enrique Campos.
En la misma línea temática se inscriben Déjelo señora y Pelota de cuero, ambos grabados por Edmundo Rivero. Reinaldo Yiso escribió también La número 5 con la colaboración musical de Orestes Cúfaro. La orquesta de Alfredo Gobbi (h) lo grabó en 1951 con la voz de Jorge Maciel, en un registro que presenta la particularidad de incluir la transmisión de un imaginario partido efectuada por Fioravanti, el más afamado relator de aquella época.
Otros títulos vinculados al fútbol que podemos mencionar son Cero a cero, de Juan Clauso y Roberto Firpo; Artillero, de Manuel Meaños, Roberto Zerrillo y Juan Carlos Howard, que fue el tema musical de la película "Goal" y Patadura de José López Ares y Enrique Carrera Sotelo, grabado por Carlos Gardel en 1928. El "Mudo" llevó al disco también un tema perteneciente a Horacio Pettorossi, Miguel Bonano y Alejandro Fattorini, intitulado Mi primer gol. Grabado en 1933, relata con lenguaje futbolero los avatares de una relación amorosa.
Así llegamos al final de esta evocación que intentó contar como el tango y el fútbol, dos auténticas pasiones populares, tejieron una relación a través del tiempo. Claro está que desde sus lejanos orígenes ha corrido mucho agua bajo los puentes. El tango tuvo sus épocas de auge y de declinación, al punto que algunos agoreros (mitad ignorantes y mitad malintencionados) llegaron a extenderle un certificado de defunción. Pero como "los muertos que vos matais gozan de buena salud", resurgió de sus cenizas y volvió a desparramarse por el mundo con más fuerza que nunca. El fútbol creció exponencialmente, en difusión y popularidad, hasta alcanzar dimensiones gigantescas. Pero... Siempre hay un pero. Poco tiene que ver el ambiente futbolístico de comienzos del siglo XXI con el imperante en la primera mitad de la centuria anterior. El deporte fue cediendo espacio al comercio, y al entrar hoy a un estadio uno no sabe si sobre el cesped hay veintidos jugadores o igual número de pancartas publicitarias. Los clubes se han ido transformando en sociedades anónimas, a las que les da lo mismo vender comidas rápidas, ametralladoras o jugadores de fútbol. La creciente profesionalización, que en si misma no es ni mala ni buena, ha ido relegando al desván de los recuerdos tradiciones simpáticas como el amor a la camiseta. Hoy sería inimaginable aquel gesto de Ingunza, un olvidado delantero de Argentinos Juniors, que al ser transferido en 1947 a Tigre pidió que una parte del dinero que le correspondía por la operación lo retuviera la entidad donde se había formado, a fin de ser socio vitalicio de la misma. No existen más Raimundos Orsis, pero sí berreadores que aprovechan su fama deportiva pasada o presente para hacer como que cantan. En fin, entre técnicos, representantes, intermediarios, publicistas y dirigentes han montado un gran show, donde la pelota y los jugadores parecen ser un pretexto, y todo gira en torno a la televisión comercial, ese veneno que corrompe lo que toca. Muy lejos ha quedado la "dinámica de lo impensado", como tan acertadamente definiera Dante Panzeri al fútbol de otrora. El tango salió de su letargo y reverdeció sus laureles. Su futuro resulta auspicioso, si se toma en cuenta la interesante producción de las nuevas generaciones. Para el fútbol, en cambio, parece ser verdad que todo tiempo pasado fue mejor.

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